Obreros industriales

En el peldaño más bajo de la sociedad decimonónica malagueña encontramos a las clases populares, grupo que podía rondar el 85% de la población, en su mayoría obreros industriales. Sus filas se nutrieron de emigrantes, sobre todo antiguos jornaleros del campo. 

Imagen extraída de www.portaldeandalucía.org

La historiografía local ha documentado las duras condiciones laborales que soportó este amplio colectivo, trabajando en atmósferas viciadas que predisponían a caer enfermo, con sueldos muy bajos y sometidos a jornadas que superaban las 12 horas diarias; en esas fábricas también se contrató a mujeres y niños (a partir de los 6 ó 7 años), a quienes se pagaba mucho menos por desempeñar el mismo trabajo que un varón adulto. A estos problemas hay que sumar la falta de higiene, la escasez y mala calidad de los alimentos, la elevada tasa de mortalidad infantil, las enfermedades de tipo profesional (tuberculosis, por ejemplo), los accidentes laborales o el elevado impacto de las enfermedades de tipo infecciosos o parasitario, que acabaron convirtiéndose en endémicas.  

El temor a que estallase esta explosiva situación socioeconómica y pudiese derribar la plataforma ideológica y social sobre la que asentaban su hegemonía los grupos dominantes, favoreció la aparición de prácticas benéficas de carácter paternalista. En cualquier caso, tal ejercicio de caridad nunca fue una solución definitiva al problema existente, que persistió ante el grave desequilibrio de la distribución de la riqueza existente. Son muchos los testimonios publicados en la prensa local burguesa (caso del Avisador Malagueño) denunciando el modo de vida de las clases populares, por ejemplo su recurso al juego o la bebida, hábitos que se convirtieron a menudo en mecanismos inhibidores de las penalidades laborales y los problemas familiares.  En este contexto fue madurando la conciencia de clase del proletariado malagueño, lo cual se vio favorecido tanto por el nivel creciente de concentración obrera como por la difusión de ideas reivindicativas, hasta desembocar en la consolidación de organizaciones obreras y en una intensa conflictividad social. 

En el caso malagueño, se ha destacado el importante papel que jugó el “corralón” como espacio donde se intensificó el sentimiento comunitario. En esa estrecha convivencia se establecieron fuertes vínculos de solidaridad, no en balde los vecinos interactuaban en momentos de fiesta, pero también en los de dolor (enfermedad, muerte, paro o represión). Señala el profesor Alfredo Rubio como frente a esos lazos humanos y reivindicativos, el impulso de las viviendas unifamiliares quiso reforzar el individualismo e inculcar en la clase obrera una moral cercana a la burguesa. Un buen ejemplo de ello pudo ser la proyección en 1868 del barrio de Huelin.  


BIBLIOGRAFÍA

MORALES MUÑOZ, Manuel.: La sociabilidad popular en Málaga, 1840-1874: de la tutela burguesa a la afirmación de una identidad diferenciada, Estudios de Historia Social, 50-51, pp.243-271,1989

GARCÍA GÓMEZ, Francisco: La vivienda malagueña del siglo XIX: Arquitectura y sociedad. Málaga, Universidad, 2000 

RUBIO DÍAZ, Alfredo: Viviendas unifamiliares contra corralones: el barrio obrero de Huelin (Malaga 1868-1900). Málaga, Miramar, 1996 

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